SOÑANDO ENTRE LAS CHARCAS Y EL ESCOMBRO

Cuando los jardines del cielo echaran raíces...


Ni una ciudad en pie. ruinas. escombros. almas vagando, desatadas, ilusorias, irrumpen entre el cascabeleo de los escombros muertos. Yo sonrío. sonrío porque odio a mis semejantes, odio al ser humano. me gustan los animales y las plantas... y no mucho mas. los animales y las plantas. Un niño viene a verme... lo echo a cascotazos. siempre el mismo juego: a donde estoy, un niño viene a verme. lo veo antes que aparezca, reflejado en un charco. en donde estoy hay charcos y piedras. la languidez de octubre, charcos y piedras. el polvo que desprenden las ciudades al caerse en el plano astral produce la ceguera espiritual de aquellos que vagan sueltos por las calles. irremediablemente portan un vestido como un adorno, pero se están cubriendo los cuerpos huecos. parásitos de aspectos murmullantes subyugados al alma fresca y limpia que supieron tener de niños. para que esas manos que nunca se amortajaron se amortajen; es porque nunca han llorado los ojos que portan esas manos. si los ojos llorasen las manos mortaja serian -se amortajarían-, es automático como seguir tu rastro. Dos palabras: dulce tortura. soy como un ánfora de perfumes vacío. así, así hice mi libro, así: gimiendo, llorando, soñando. soñando entre las charcas y el escombro. voy podando jardines en mi imaginación. voy de a poco logrando el estado desértico del semblante y pienso traducirlo a los ojos. unos ojos que no esplendan mas que el fuego del sol cuando rebota sobre la tierra ajada y seca. y que ahí, en esos mis ojos, se vea lo que pasa por dentro como en una película muda. en imágenes en imágenes en imágenes en imágenes reflejadas en mis ojos que son como esos charcos y los cascotes y todo ese tumulto entre mi pelo canoso vencido por el viento y mi apariencia de hombre de varios años vividos... todo mentira. soy joven como el llanto de un gato. soy espontáneo como algunas cornisas... y en mis pies golpea la letanía de una tierra muerta. llegara un día en que la raza humana se habrá secado como una planta vana regada en alcoholes, en efluvios, una raza parasitaria en su mayoría. y el cielo, carbón inútil, descargara sobre ese vacío con perlas de plata los líquidos que viene sosteniendo hace tiempo, líquidos quemantes que van a abrasar a la tierra y convertirán a esta en un lecho poroso en el cual puedan florecer nuevas especies. Tu, que nunca serás; y yo, que ya voy dejando de ser... vemos acaso en el espacio alguna tormenta... o un posarse de nubes con pájaros de nieve en los fondos de los horizontes... o acaso contra las colinas vemos subir los miasmas de los humos vengadores de pastizales ardiendo... penoso el mundo que perece por el fuego. penoso el canto de la salvación eterna. penosos charcos que bordean mis pies. penosos reflejos en esos charcos cuando un viento que pasa mueve su planicie de espejo. y aquel niño que viene a verme soy yo en el recuerdo: los ojos claros, los pelos rubios puros; antaño, una mirada de amor; por eso y porque soy un hombre desgajado que pierde la piel entre los escombros de los cascotes, entre los charcos, es que predigo un futuro nefasto para una humanidad que se conduce de esta manera. y toda palabra en ruego fue poca porque el dolor cierra los oídos. y el alma queda como una dura roca roca dura piedra. espasmo. y sombra de esa piedra sobre un suelo seco... de niño sabia amar y era prudente... bien se que hoy no hay soles que me iluminen las garras sangrientas, ya no bato palmas, ya no me visto de fiesta, me queda ajada esta ultima vestidura y el rencor de saberme inútil frente a la crecida de la soledad y el martirio. caen las hojas, viene el otoño y la muerte, como el sonido de oro fiero amor pequeño como un pájaro que pasa como un proyectil inundándome de sombra y en su batir de alas mueve la superficie del charco y sobre ese charco tiro el cascote a ver si cazo el pájaro y golpeo la sombra y el pájaro cae. y la muerte se expresa así, como un grupo de acciones que se concatenan y dan su resultado. siempre el mismo: un cuerpo que cae, un vacío. la falta de algo. y ahí comprendo la intensión del proyectil... el proyectil no es dueño de si mismo, tampoco el hombre que aprieta y lanza la piedra. no hay dueños. hay estepas con un sol a pleno rajando la tierra y un niño de blancura proscrito como el suelo infértil y la voz detenida por el miedo... y bajo el peso de los años la mirada turbia; algo muerto como de fuego que asomara; y tengo mi cabellera blanca los ojos limpios y en mi boca habrá una sonrisa que se apaga como un fósforo en la humedad de la noche. no seguiré mi camino lentamente. mirare con los ojos agudos pasar el tiempo como un capricho. cargadas las noches de luna, palabras para un habitante de martes, días en los cuales me da la tranquilidad de saberme fiero y aguerrido como un dios. y los encantados ojos en el recuerdo pongo, para ver la figura del hombre. para ver la figura de otras edades de extraña grandeza: pensar en este un mundo de siete pozos. la naturaleza y el cráter en la boca. un cuerpo, un mundo y la montaña alzada. enhiesto el mástil para atacar entre las frescuras del canto y la esperanza. tímidas, en retirada las primeras estrellas, parten en distintas direcciones para dejar el cielo vacío,
los ojos yertos,
muertos como un viento que sopla en el desierto.